domingo, 22 de enero de 2023

Calle de Yeseros

Calle de Yeseros

Dice Redro de Répide:

La calle de Yeseros va de la calle de la Redondilla a la calle de la Morería, cruzando la calle de Bailén, b. de Alfonso VI, d. de la Latina.

Lleva ese nombre porque allí estaban antiguamente las yeserías, y esta calle estaba continuamente cruzada por los carros que cargaban ese material.
El yeso es un mineral compacto o terroso, generalmente blanco tenaz y dúctil, abundante en la naturaleza y conocido desde la antigüedad. Por sus propiedades (adaptabilidad, fácil a trabajar, duración así como aislante, entre otras) está presente en la vida cotidiana.

Este sulfato cálcico hidratado, con una dureza de dos en la escala de Mohs, una vez cocido y molido, tiene la propiedad de endurecerse rápidamente cuando se amasa con agua, por lo que tiene una notable utilización en la construcción. También es importante la demanda en la agricultura, la industria (sobre todo cerámica y química), la alimentación y la medicina.

Los canteros del yeso han sido tradicionalmente los artesanos encargados de su extracción de las canteras o minas y la preparación para su venta a variados demandantes, hasta que la industria moderna acabó sustituyéndolos con la utilización de procedimientos mecanizados.

En las canteras se extraía en bloques de piedra que era quemada en las horneras adecuadas para hacerlo apto para ser utilizado en enlucidos de paredes y en muros de mampostería.

Antaño, el proceso de fabricación exigía una serie de fases que debían cumplir minuciosamente los trabajadores, y así obtener un material constructivo de óptima calidad. A grosso modo se puede decir que esta transformación del yeso constaba de una primera extracción o arranque del material yesífero. Con este material debidamente despiezado, se construía un hornete que era sometido a la fase de cocido o deshidratación, el combustible utilizado era leña previamente recogida.

Posteriormente, la anhidrita o yeso deshidratado en piezas, se desmenuzaba en el rolladero mediante el aplastamiento por ruedas de volquetes, cargados y tirados por caballerías. Para conseguir un grano más fino, tenía lugar el cribado o tamizado del material rollado. Posteriormente sería labor del molino.

Este yeso, deshidratado y molido, estaba ya listo para almacenar en sacos hasta hidratarlos de nuevo en obra, recuperando de esta forma la consistencia tan preciada que caracteriza al material en bruto.

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