lunes, 23 de enero de 2023

Travesía de los Trujillos

Travesía de los Trujillos

La travesía de Trujillos comunica la calle de los Trujillos con la plaza de San Martín.

Como a su vecina calle de los Trujillos se la denomina así porque en la calle vivieron los hermanos Ana y Esteban Trujillos.

Antes se llamaba calle del Ataúd y callejón de los Muertos porque se guardaba en un tétrico corralón un curioso ataúd, de "quita y pon", comunitario, que servía para dignificar las honras fúnebres y procesión de entierro de misericordia de personas indigentes. Luego eran sepultadas en bastos cajones de madera sin labrar en el cementerio de la Buena Dicha, entre las calles de Silva y Ceres (esta última desapareció al construirse la Gran Vía). A este camposanto fueron llevados los muertos en el cuartel de Monteleón el glorioso día del 2 de mayo de 1808. 
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Según Pedro de Répide:

De la plaza de San Martín a la calle de Trujillos, b. San Martín, d. Centro y p. San Ginés. 

Ha sido también llamada calle del Ataúd. Tuvo el origen este nombre de un corralón que allí había, perteneciente a la parroquia de San Martín, y en el que había algunas viviendas que ocupaban los enterradores de la misma. En ese paraje se conservaban unas angarillas, en las que colocaban el ataúd que servía para recoger los cadáveres de los pobres, que eran trasladados a esa parroquia, donde se les cantaba el oficio y después los conducían con acompañamiento de cuatro curios y un estandarte, que llevaban los hermanos de la cofradía de San Sebastián, y con cruz levantada, a darles sepultura en el cementerio de la Buena Dicha. 

Este entierro de misericordia era el que llevaban todos aquellos feligreses que no costeaban funeral, que eran muy pocos, pues era menester el estado de absoluta indigencia en una familia para que se consistiese que uno de sus individuos figurase en el libro de sepelios como enterrado de limosna y conducido a la tumba en el pavoroso ataúd que se veía en aquel corralón, y cuya vista atemorizaba a los muchachos del barrio, a quienes para enmienda de sus travesuras, se les amenazaba con encerrarles en el fúnebre recinto que dio nombre a la calle. 

El ataúd desapareció desde la construcción del camposanto de la puerta de Fuencarral, obra que se terminó con los fondos de la parroquia de San Martín.

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