La Ronda de Toledo es una calle ubicada al sur de Madrid que comunica la Glorieta de Embajadores con la Glorieta de la Puerta de Toledo.
Según Pedro de Répide:
De la glorieta de laPuerta de Toledo a la ronda de Valencia, bs. de la Arganzuela, Amazonas, Huerta
del Bayo y Gasómetro, ds. de la Latina y de la Inclusa, ps. de San Pedro el Real
y del Corazón de María.
A la izquierda
comienzan las edificaciones de la ronda por la tapia del Matadero, que no ha de
tardar en desaparecer. A esta parte está la puerta por donde se hacía el encierro
de las reses destinadas al sacrificio. La entrada de las vacas destinadas a ese
terrible, aunque alimenticio, fin se verificaba a las dos de la madrugada y constituía
un espectáculo esperado y presenciado por una partida de mozos galloferos que se
situaban desde media noche en los alrededores de la Puerta de Toledo, y a pesar
del despejo que hacían algunas parejas de la Guardia civil de caballería conseguían
lanzarse a torear aquellos animales, que en otros tiempos y en otras tierras fueron
tenidos como sagrados. A veces, antes de llegar a la ronda de Toledo, solía desmandarse
alguna res, que paseándose velozmente por Madrid proporcionaba a los trasnochadores
las emociones y la ventaja de una corrida nocturna y gratuita.
En el número 2 tiene
su entrada la Fábrica del Gas, que ocupa una gran extensión de terreno, llegando
por el paseo de los Olmos hasta el de las Acacias, y saliendo a la ronda por la
calle del Gasómetro, que por pintoresca paradoja es la última que ha tenido alumbrado
de petróleo. Bien es cierto que actualmente ha llegado a mayor perfección, pues
desde hace unos años carece de toda clase de iluminación, al menos oficial, y permanece
en las más discretas tinieblas, que agradecerán todos aquellos que las hallen propicias
a sus intentos, y plegue a los dioses que esos no sean más que graciosamente livianos.
El alumbrado por gas
es el que se sigue usando para el servicio público urbano, aparte el escaso número
de grandes vías que disfrutan los hermosos arcos voltaicos, por primera vez instalados,
con el rudimentario soporte de unas vigas a manera de mayos o espárragos del Corpus,
a lo largo de la calle de Alcalá, hasta la plaza de la Independencia, el año 1899.
ΕΙ gas, cuyas propiedades
fueron conocidas en la antigüedad, Plinio habla de ellas, empezó a ser estudiado
en Inglaterra hacia el año 1700, con el designio de aplicar sus cualidades a la
producción de la luz, por el doctor Clayton, quien le llamó "espíritu del carbón
de piedra". Sin embargo, el verdadero inventor del alumbrado por gas fue el
escocés Murdoch, quien alumbró su casa y sus oficinas en 1792 valiéndose del carbón
de piedra. Todos sus aparatos se reducian en un principio a vejigas y tubos elásticos
unidos a éstas, y el pueblo atribuyó a las artes de la magia aquel procedimiento
para crear la luz. Casi al mismo tiempo, el ingeniero francés Le Bon alumbraba su
casa y sus jardines con gas destilado de madera y carbón vegetal.
En 1798, el inglés Murdoch
alumbró la primera fábrica con hidrógeno carburado, y después de infinitas visicitudes
y adelantos, la parroquia londinense de Santa Margarita contrató con una Compañía
inglesa el alumbrado público de su distrito por medio del gas. Para celebrar la
paz de 1814, el ingeniero Elegg dirigió la iluminación con gas de una pagoda construida
por orden del Gobierno en el parque de Saint-James.
En Francia y Alemania
no tardó en ser adoptado el gas, y desde 1821 se propagó rápidamente ese sistema
desde Paris a los departamentos. En España, el ensayo de este alumbrado se hizo
en Cádiz y en Granada el año 1807; pero a pesar de las laudables esfuerzos
que se hicieron nada se consiguió, hasta que la Real Junta de Comercio de Cataluña
le adoptó para alumbrar las salas de sus escuelas de dibujo.
El 24 de junio de 1826
se hizo la primera prueba, y el 18 de diciembre del año siguiente el rey visitó
dichas salas, iluminadas entonces por setenta y dos mecheros. El 16 de noviembre
de 1829 ese número había aumentado hasta el de setecientos, y estos trabajos fueron
dirigidos por D. José Roura, profesor de Química aplicada a las artes, nombrado
por la mencionada Real Junta de Comercio, y el cual fue llamado a la corte en 1832
para establecer el mismo alumbrado.
El laboratorio fue
situado en un jardín contiguo al café de la Victoria. Las retortas fueron tres,
con otros tantos fuegos, y el gasómetro era de hoja de lata barnizada, capaz de
contener mil setecientos cincuenta pies cúbicos. La cañería quedó colocada en
todo el perímetro de la Puerta del Sol, y extendida por las calles de Alcalá, Carrerade San Jerónimo, Carretas, Mayor, Arenal, Carmen y Montera; pero a pesar de lo que
agradó este alumbrado quedó circunscrito al real palacio, cuya fábrica se situó
en el Campo del Moro. Todavía existen en algunos lugares céntricos de Madrid farolas
de esa época, en las que puede verse la fecha de 1832 y el anagrama de Fernando
VII.
Poco después, el Ayuntamiento
de Madrid contrató el alumbrado público por medio del gas con Viejo Medrano, y después
de haber padecido esta contrata toda clase de visicitudes, fue comprada por los
Sres. Manby y Partington, en 1846, quienes la cedieron bajo varias condiciones a
la Sociedad anónima. La Madrileña. Esta Sociedad, formada exclusivamente para el
alumbrado público y particular de Madrid por medio del gas, se constituyó definitivamente
en el mes de marzo de 1846, con el capital de doce millones de reales, dividido
en tres mil acciones de cuatro mil reales cada una. Según sus estatutos, Manby y
Partington contrataron la construcción de una fábrica capaz de surtir cinco mil
luces particulares y mil luces públicas, con una canalización de veinticinco
mil varas, por la cantidad de ocho millones de reales. Casi al mismo tiempo se formaron
las Sociedades Peninsular y Moralidad, ambas para alumbrar con gas las capitales
de provincia, dedicándose también esta última a la fabricación, compra y exportación
de los aceites nacionales. La Peninsular compró las fábricas de Valencia y de Cádiz,
y no tardó en instalar otra en Málaga. En cuanto a la Moralidad, con terrible simbolismo
en su inhibición, no llegó a constituirse.
En Madrid, Manby y Partington
siguieron cumpliendo su contrata, y a petición del Ayuntamiento llegaron a encender
en julio de 1847 los faroles del Prado y calles del Prado del Lobo, por vía de prueba
y únicamente para que se viese el efecto del nuevo alumbrado y se pudiese
escoger los tipos de mecheros que debían colocarse en la población. Después fueran
colocados algunos aparatos en casas particulares; pero los cocesionarios no pudieron
terminar sus compromisos, y habiéndose despedido el director inglés de la fábrica,
se encargó de la dirección de ésta don Melitón Martín, en 1848. En septiembre de
ese año fue nombrado director exclusivo D. Gregorio López de Mollinedo, en cuya
época el alumbrado por gas empezó a propagarse extraordinariamente.
La Fábrica del Gas se
halla desde 1847 en este lugar de la ronda de Toledo. En 1875 fue aumentada con
un gasómetro nuevo de catorce metros de altura, construido por Imbert Hermanos en
Sains Chamond. En 1918, siendo el alcalde de Madrid D. José Prado Palacio, el Ayuntamiento
determinó incautarse de la Fábrica del Gas, por la desatención excesiva en que se
hallaba el servicio público de alumbrado, por la falta de carbón que ocasionaba
la guerra europea. Es de justicia reconocer que la situación, no sólo no fue aliviada,
sino que empeoró considerablemente, y ha sido menester la devolución de la fábrica
a la Compañía explotadora, habiendo permitido luego las circunstancias el retorno
al buen servicio de alumbrado, que en Madrid había llegado a ser uno de los mejores.
Abre a la ronda el Campillodel Mundo Nuevo, ya referido en su lugar correspondiente, y pasa luego aquella vía
entre el Rastro y el bazar de la Américas. Mercado hay también en ella al aire
libre de la más inverosímiles mercancías, y extiéndese hasta la glorieta de Embajadores
la verja que fue de la Huerta de San Juan o Jardines del Buen Retiro, trasladada
para cerrar lo poco que queda del jardín del Casino de la Reina, en cuyo terreno
ha sido construida una biblioteca popular.
Al otro lado está el
grupo escolar que tiene su entrada por el paseo de las Acacias, el último paraje
de la vieja Llorosa, postrer baluarte de las pintorescas barberías “cara al sol”.
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