lunes, 2 de marzo de 2015

Calle del Hospital

Calle del Hospital

La calle del Hospital, situada entre la calle de Santa Isabel y la calle de Argumosa ha recibido varios nombres con el paso de los años.

Se llamó callejón de los Reyes, callejón Nuevo y de los Reyes Vieja, debido a que al principio de esta calle se situó la tribuna real para que asistieran Felipe III y su esposa a la colocación de la primera piedra del Convento de Santa Isabel. Después fue conocida por Reyes Viejos o del Niño Perdido indistintamente.

Cuando se construyó el nuevo Hospital General a mediados del siglo XVIII tomó el nombre de callejón del Hospital y, en 1869, se le dio salida hacia la calle de Argumosa a través del antiguo cementerio del hospital.

Entre 1936 y 1939 se la llamó calle de Andrés Gana y a partir de 1941 recuperó el nombre de callejón del Hospital aunque hoy es conocida por calle del Hospital en lugar de callejón.

La denominación de la calle como calle del Niño Perdido proviene de una leyenda acaecida en en el siglo XVI cuando el monarca Felipe II tomó una decisión de eliminar todos los hospitales de la ciudad para que pasaran a formar parte del Hospital General.

La leyenda cuenta que en uno de esos hospitales que desaparecieron, el llamado “Hospital de las mujeres perdidas” (ubicado en esta calle), se encontraba una mujer viuda, que pese a estar en su sano juicio, había sido acusada de loca por su familia, con la única intención de quedarse con sus pertenencias.

Esta mujer no estaba sola en el hospital, ya que junto a ella se encontraba un niño de apenas cinco años. Llegó el día en que se tuvieron que mudar de hospital, y la mujer pidió que subieran a por su hijo a una especie de buhardilla, pero nadie la hizo caso, porque pensaban que estaba loca. Con la pena por bandera, la mujer fue obligada a marcharse.

El niño gritó y lloró pero nadie escuchó sus lamentos.

A los tres o cuatro días, el conocido fraile Bernardino Obregón (que tuvo varias revelaciones a lo largo de su vida), escuchó los lamentos de un niño mientras soñaba. Por inspiración divina, fue con la policía al hospital, y efectivamente allí encontró moribundo al pequeño niño perdido. Evito su muerte y lo llevó junto a su madre, que a los pocos días fue dada de alta al comprobar que no estaba loca. Vivieron felices el resto de su vida.

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