lunes, 2 de marzo de 2015

Calle del Doctor Drumen


Calle del Doctor Drumen

La calle del Doctor Drumen se encuentra situada entre la calle de Atocha y la calle de Santa Isabel.

Las calles de los alrededores del Colegio de San Carlos (hoy Colegio de Médicos) y del antiguo Hospital General (hoy Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía) han sido dedicadas a médicos, como esta que recuerda al doctor Juan Drument Millet, decano de la Universidad Central de Madrid.
 Juan Drument Millet, oriundo de Cataluña, nació en Barcelona el año 1798 (sin poder precisar mas en esa fecha), en el seno de una familia acomodada pero sin raigambre profesional médico.

Siguiendo la costumbre muy arraigada en aquella época y aun en otras posteriores, cursó primero sus estudios en el Seminario Conciliar de la Ciudad Condal y alcanzó el grado de Bachiller en Filosofía el año 1814.

Seguidamente se orientó por otros muy diferentes derroteros, emprendiendo la carrera de Cirugía que culminó en 1818, con Medalla de Oro, obteniendo el título de Bachiller y el de Licenciado y Doctor tres años después (1821).

Cursó, a continuación, los estudios de Medicina con el título de Licenciado en 1822.

Ya en 1821 se distinguió notoriamente en la asistencia de las epidemias de cólera y de fiebre amarilla que se extendieron rápidamente en Galicia y Cataluña, actuando como Medico en el Lazareto y Hospital del Convento de San Jerónimo.

Años después y en reconocimiento a esa labor sanitaria, fue designado Vocal y seguidamente Secretario de la Junta Suprema de Sanidad, y más tarde, Oficial del Ministerio de la Gobernación, en cuyos puestos adquirió buen crédito y prestigio profesional.

Medico de Cámara de S. M. la Reina, a la que asistió, con Solís (de gran predicamento en la Corte y en la ciudad) en el parto de la Infanta, acto en el que, a pesar de presentarse con absoluta normalidad, actuaron también, como consultores, los entonces Catedráticos de Ginecología de San Carlos, Dres. Corral y Saura.

Este hecho fue muy censurado por la prensa y diversos sectores de opinión, considerándolo como desmedido e inoportuno.

Se distinguió después y sobre todo, el Dr. Drumen, por el desempeño ejemplar de su Cátedra de Patología Medica o Medicina Interna, para la que fue designado, según era habitual entonces, por Disposición Real.

Constan testimonios escritos de su excelente calidad docente, adquiriendo pronto un gran prestigio entre sus compañeros y alumnos. Así, por ejemplo, el que después fue también prestigioso profesional, el Dr. Cortejarena (que le conoció muy de cerca porque fue primero discípulo y después Ayudante profesor y particular, así como gran amigo) dejo escrito en un sentido articulo necrológico en el núm. 475 de "EI Siglo Medico" de 8 de febrero de 1863:

"Considerémosle ya como Catedrático y volveremos a observar su celo por la enseñanza; su deseo de instruir a los alumnos en la Clínica y Patología Médica y el estudio constante a que le obligaban los no interrumpidos progresos de la ciencia, cuyos descubrimientos era uno de los primeros a aprovechar".

Y más adelante, añade: "Yo he reconocido su certeza en el diagnóstico y pronóstico, y he admirado su habilidad en la terapéutica; así es que no vacilo en asegurar que he conocido pocos tan valientes y oportunos". "Era, en una palabra, un buen Catedrático".

También abundan en este mismo juicio, las propias publicaciones de carácter docente que más adelante glosaremos adecuadamente.

AI decir del propio Cortejarena y otros amigos y compañeros, parece que era hombre que se distinguía par "su carácter simpático y agradable, su fino trato, su cara risueña para todos, su sencillez tan apartada del fausto y del orgullo, no obstante la elevada posición que había alcanzado, que le hacían digno del aprecio de todas las clases sociales. ¡Bien lo acredita el crecido número de amigos que en todas partes tenia!"

Por su reconocido valor y prestigio en el Claustro, fue también nombrado Director especial de las Clínicas de la Facultad de Ciencias Médicas de Madrid, delicado cometido que parece desempeño con el aplauso unánime de sus compañeros de profesorado.

De su paso por la Academia, sabemos que alcanzó justamente el sillón académico como consecuencia de su promoción a la Cátedra según la costumbre al uso en aquellos tiempos y en la Corporación académica desarrollo una labor digna del mayor encomio, asistiendo con asiduidad a sus reuniones y contribuyendo con su actividad y experiencia a las tareas científicas encomendadas a la Academia.

Fue también elegido, años después, Miembro numerario de la Academia de Ciencias Naturales, un detalle más que dice bastante en pro del alto prestigio científico alcanzado por nuestro personaje.

Próximo al fin de su vida y enfermo ya, desde hacía varios meses, fue elegido Presidente de la Academia, en la sesión celebrada por el Pleno (que fue presidido por Castelló) el día 29 de diciembre de 1862, y Vicepresidente, el Dr. Francisco Méndez Álvaro.

Seguramente motivado por razones de su salud precaria, el Dr. Drumen no asistió a la sesión, obteniendo, sin embargo, 18 votos, frente a 6 que se adjudicaron al Dr. Castelló y 1 al Dr. Méndez Álvaro. En este mismo acto se renovó la totalidad de la Directiva.

Como dato curioso que pone de manifiesto las precarias condiciones económicas en que se desenvolvía por aquel entonces la Academia, copiamos a la letra el siguiente acuerdo:

"La Junta de Gobierno en vista del estado de fondos y que después de satisfechas todas las cuentas pendientes, deberá quedar un sobrante de diez u once mil reales, ha acordado proponer a la Academia que se destinen mil reales a la compra de libros y que el resto se invierta, según tiene acordado la Corporación, en comprar medallas para los Sres. Académicos",

A continuación se procedió a realizar el sorteo para designar a los afortunados que habían de recibir la medalla, correspondiendo a ocho de entre ellos, que se enumeran a continuación en el acta. De ello, se puede colegir que la medalla académica alcanzaba un coste rayano en los mil reales.

Según se deduce del análisis minucioso de las actas que dan testimonio de las sesiones celebradas en los meses siguientes a la fecha de su nombramiento, el Dr. Drumen no pasó de ser Presidente electo. En efecto, en el acta correspondiente al día 12 de febrero de 1863, el Dr. Méndez Álvaro, Vicepresidente, que presidía, manifestó "el más profundo sentimiento que la Academia había sufrido ante la pérdida de su socia de número y Presidente electo D. Juan Drumen, a cuyo cadáver había acompañado hasta el cementerio una Comisión de este Cuerpo científico". Había fallecido el viernes, 6 de febrero del señalado año 1863 a distancia de poco más de un mes de su elección para regir la Corporación, a los 65 años de edad, víctima "de una insidiosa y traidora enfermedad" durante la cual, según consta en alguna crónica periodística de la época, fue atendido solícitamente por sus numerosos compañeros y amigos.

Su cadáver recibió cristiana sepultura en la tarde del día siguiente, en la Sacramental de San Isidro de la capital.

Del recuerdo que dejó entre sus colegas de la Academia, dan buena prueba las sentidas manifestaciones expresadas por el Secretario de la misma, Dr. Nieto Serrano, en el Discurso pronunciado en el acto de la inauguración de las sesiones en el año 1864 y del que copiamos algunas de ellas.

"El Excmo. Sr. D. Juan Drumen, Catedrático de Clínica interna de la Facultad de Medicina de Madrid, Medico de la Real Cámara y práctico distinguido, ha dejado en la Corporación un hueco muy lamentable y difícil de llenar. Reunía este profesor las dotes mas excelentes para el ejercicio de la Medicina. Amante de la tradición, sin renunciar al progreso y ávido de las mejoras, como de conservar los tesoros que nos legara la antigüedad, atendía sobre todo al fin práctico y contaba con esa aptitud artística tan poco común y tan necesaria en el ejercicio de la profesión".

Y, más adelante: "El Dr. Drumen ha sido más artista que escritor; nos ha dejado pocas obras y, sin embargo, algunas ha escrito, principalmente memorias "Sobre el cólera morbo", "Sobre las doctrinas hipocráticas" y un "Tratado elemental de patología interna".

Seguidamente, añade: "Era uno de los miembros más celosos de la Corporación y se prestaba de muy buen grado a ilustrarla con sus trabajos".

"Obtuvo honores y posiciones ventajosas. Fue Secretario de la Junta Suprema de Sanidad del Reino, Oficial del Ministerio de la Gobernación (en cierto modo equivalente al actual cargo de Director General de Sanidad), Catedrático de la primera Escuela de la Península, Medico de Cámara de S.M. y, entre otras distinciones, mereció ser nombrado Caballero Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica", De esa manera tan expresiva y laudatoria se expresaba en aquella oportunidad, oficialmente, el Secretario Perpetuo de la Academia.

Por otra parte, aunque parco en publicaciones, sin embargo, el Dr. Drumen dejó algunas que con su calidad y significación constituyen buena prueba de su talla científica y de su cultura nada común, incluso fuera del marco estricto de la Medicina.

Brevemente y para no hacer demasiado extenso este modesto ensayo biográfico, citaremos, en primer lugar, su libro de Patología Médica, publicado en 1850 y editado en Madrid par C. Monier, Librero de Cámara de SS.MM. y del Ministerio de Instrucción Pública.

Por el mero análisis del índice, se puede formar idea de la originalidad y valor de la obra. Por supuesto, que su contenido valorado a tenor de nuestros conceptos actuales en la materia, resulta, lógicamente, harto anacrónico y extraño, pero también fácilmente se comprende que para aquella época, la doctrina expuesta por Drumen resultaba muy interesante e instructiva.

En sendos capítulos o apartados, trata, en primer lugar, de las Fiebres, ...distinguiéndolas por géneros: en el primero, trata de la "fiebre efímera'; "un movimiento febril más o menos intenso que comúnmente se termina después de veinticuatro horas de duración, por medio de alguna evacuación crítica".

En el mismo género, incluye y trata extensamente de la fiebre inflamatoria, que Franc definía como "un estado flogístico de la túnica interna de los grandes vasos arteriales", de la tifoidea, del tifus, fiebre amarilla y de la peste; de algunas de estas enfermedades tenía una gran experiencia personal, por haber asistido algunas graves epidemias.

En el segundo genero de fiebres, describe la viruela, vacuna, varioloide, sarampión y escarlatina, sorprendiendo la exactitud y detalle conque describe las lesiones típicas de estas diversas eruptivas y el cuadro clínico correcto para llegar a un diagnostico comparativo y exacto.

Ocupan el tercer género, las fiebres intermitentes, que diferencia en intermitentes simples, las intermitentes perniciosas y las de tipo o carácter remitente.

El estudio que en este mismo capítulo hace del acceso palúdico y del juicio clínico de la malaria, puede considerarse como perfecto y actual.

En una Segunda Clase de enfermedades hace referencia a los diversos procesos congestivos e inflamatorios que afectan a todo género de sistemas y órganos, hasta terminar tratando extensamente de las que denomina flegmasías cutáneas, Un verdadero capitulo de Dermatología.

En definitiva, podemos concluir diciendo que se trata de un buen tratado de Patología interna (como le gustaba calificarlo) muy a propósito para la formación de los alumnos y médicos jóvenes, por lo que no extrañara que adquiera elevado predicamento en su época, contribuyendo a cimentar el renombre de que gozaba su autor como maestro y clínico.

Como clínico consumado se manifiesta así mismo, el que denomina "Año Clínico", precioso tomito, muy cuidado y ricamente encuadernado, en el que se recogen algunas observaciones y casos vistos en su Clínica universitaria, en los Cursos de 1852 a 1857.

En una sabrosa Introducción, da reglas fundamentales a observar para el estudio de los enfermos y entre otras, recalca "la importancia de la observación rigurosa y exacta, piedra angular de nuestra Ciencia y en la que descansa aquel gran axioma de Baglivio: Ars medica est tota in observationibus",

A lo largo de sus páginas se estudian, día a día, una serie de enfermos muy variados (tifoidea, flegmasías, neumonías, enfisema pulmonar, tisis, fiebres intermitentes, etc.).

En los que sucumbieron fue 'practicada la autopsia, con descripción detallada de las lesiones encontradas, cuyo significado se hace en todo caso con toda justeza.

AI final del libro se formulan sabios consejos a los alumnos: "Apoyados en la conciencia y probidad medicas, recomendamos a los discípulos que jamás se envanezcan con los resultados favorables obtenidos, mientras que por otra parte tampoco dejen de manifestar francamente, los casos en que la Ciencia se halla todavía impotente para llenar el objeto a que está destinada".

Podríamos comentar y glosar en el mismo tono de alabanza otros trabajos de nuestro personaje, como los discursos pronunciados en sesiones de apertura de Curso, tal como el magnífico que leyó en la del año 1860. En el trato con notoria originalidad del genio de la medicina, enjuiciando las doctrinas emitidas al respecto por el insigne Federico Berard, de la famosa escuela de Montpelier.

Es indudable, para terminar, que en todas sus obras y actuación se puso de manifiesto y queda bien patente la altura que alcanzo nuestro biografiado en los saberes médicos, lo que le dio sólido prestigio científico y también notoria popularidad, como lo demuestra el que el Ayuntamiento madrileño le dedicara poco después de su muerte una calle que tanto frecuentaron estudiantes y médicos jóvenes, dada su proximidad al glorioso Hospital de San Carlos, donde Drumen impartió sus enseñanzas y presto solícita atención a tantos enfermos.

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