domingo, 29 de enero de 2023

Calle de San Cristóbal

Calle de San Cristóbal


La calle de San Cristóbal se encuentra en las proximidades de la plaza Mayor, entre la plaza de Santa Cruz y la calle de Postasbs. de la Puerta del Sol y de la Constitución, d. del Centro, p. de Santa Cruz. 

Toma su nombre de que en una de las alquerías que estaban fuera de la puerta de Guadalajara había una capillita con una imagen de aquel santo, hombre de enorme estatura y colosales fuerzas, que se dedicaba a pasar viajeros a través de un torrente. Su gigantesca imagen, llevando un pino como bastón, tiene representación frecuente, ocupando todo el lienzo de un muro en algunas de nuestras viejas catedrales. Ha sido elegido patrón de los automovilistas. 
Cristóbal de Licia, conocido como San Cristóbal mártir, considerado como uno de los Padres del yermo, es un santo cristiano, sobre cuyo origen las distintas tradiciones cristianas están en desacuerdo.

La tradición católica —transmitida sobre todo en la Áurea legenda (aprox. 1282) del arzobispo dominico italiano Jacobo de la Vorágine— lo describe como un gigante cananeo, que tras su conversión al cristianismo ayudaba a los viajeros a atravesar un peligroso vado llevándolos sobre sus hombros. La leyenda afirma que en una ocasión, ayudó al niño Jesús a cruzar el río; sorprendido por el peso del infante, éste le explicó que se debía a que llevaba sobre su espalda los pecados del mundo, tras lo cual bautizó al gigante y le encomendó la prédica. El nombre de Cristóbal (del griego Χριστοφορος, Christóforos, ‘portador de Cristo’) le vendría de esta hazaña. La leyenda, considerada apócrifa desde antiguo, continúa siendo popular, pese a que en 1969 el Vaticano oficialmente la proclamase no canónica.

En la tradición ortodoxa, la leyenda describe a Cristóbal como un bárbaro de singular tamaño, proveniente de una tribu bereber, que fue ejecutado bajo el emperador Decio por predicar la fe cristiana, tras haber realizado numerosos milagros. Para las iglesias ortodoxas, la historicidad de Cristóbal no está en duda.

Su fiesta era el 25 de julio; actualmente el santoral católico lo celebra cada 10 de julio , 23 de febrero en Europa oriental.

Algunos piensan que Cristóbal proviene del griego Χριστός y βάλλω. Además de la dificultad en pensar que un cristiano pueda crear este nombre (puesto que βάλλω significa arrojar, lanzar lejos de sí, tirar), no existe ningún texto que reporte el nombre Χριστοβάλλω en griego ni en ningún otro idioma. Proviene, pues, de la palabra Χριστοφορος. Por lo demás, la evolución de Christophorus a Cristóbal es fácil de explicar: la phi cambia en be (como en Stephanus - Esteban), la rho puede cambia por la líquida ele. Compárense las formas del mismo nombre en otros idiomas: Christopher (inglés), Cristofor (holandés), Cristòfor (catalán), Cristovo (gallego), Cristóbal (español), Kristoff (escandinavo) y Cristóvão o Cristóvam (portugués).

Una tradición indica que Cristóbal fue un gigante primogénito y unigénito de un rey cananeo, y debió haber nacido en Tiro o Sidón. Su nombre era Relicto, Ofero o Réprobus (‘réprobo, malvado’, seguramente derivado del arameo rabrab: ‘gigante’).

Era horroroso, con rostro de perro (cinocéfalo). Como quería estar al servicio de un amo digno de su fuerza, Réprobo le ofreció primero sus servicios al rey Felipe de Licia (que en griego significa ‘país de los lobos’, que podría estar relacionado con su cara de perro). Este rey era malvado y despiadado, una persona que imponía su voluntad con puño de hierro. Sin embargo un día Ofero lo vio temblando de miedo y le preguntó cual era el motivo y el rey dijo que tenía su alma vendida a Satanás y que le temía al infernal ser. Entonces dijo Ofero: «Si le temes al Demonio, él es más poderoso que tú, habré de servirle a él».

Decidió el gigante ponerse al servicio de Satanás, y buscó a un brujo para que se lo presentara. El brujo accedió a cambio de algunos favores de Ofero y emprendieron la búsqueda a caballo. En el camino el brujo evadió una cruz de piedra temblando de miedo. Ofero le reclamó ese miedo a algo tan simple como una cruz. El brujo le dijo: «Temo a quien murió en la Cruz».

El gigante preguntó al hechicero si el tal demonio temía también a ese tal Jesús y el brujo le dijo que el diablo tiembla con la sola mención de la cruz donde murió Cristo. Entonces Ofero decidió servir a tan poderoso personaje que aún después de muerto hacía que el Príncipe de las Tinieblas temblara de miedo.

Hay versiones que dicen que ese hechicero era el demonio disfrazado. En cuanto a Ofero, se dedicó a buscar a su nuevo amo, al que aunque no conocía ya había jurado ser su más bravo y sanguinario guerrero. Empezó a vagar y a preguntar a todas las personas cómo podría servir a Jesús, y nadie era capaz de contestarle, hasta que un ermitaño le dijo: «Aquí al lado hay un río donde suelen morir muchos de los que intentan atravesarlo. Tienes una estatura y fuerza descomunales; perfectamente podrás pasarlos de orilla a orilla sobre tus hombros. Ahí encontrarás a la persona que te dará la respuesta correcta» Y efectivamente, comenzó a pasar viajeros apoyado en una vara gruesa y resistente: Ofero se convirtió en porteador.

Antes había muy pocos puentes y era un problema atravesar los ríos, uno de los oficios de entonces era el de porteador: por una remuneración, hombres corpulentos pasaban a las personas de una orilla a otra de los ríos. Ese era el oficio de san Cristóbal, quien era tan buena persona que no negaba a nadie el servicio aunque no le pudiera pagar.

De Ofero a Cristóbal
Ofero empezó a cruzar a la gente por el río preguntando que donde y como podría servir a Jesús pero nadie le daba una respuesta correcta. Hasta que un día cruza la corriente cargando a un niño, a quien ni siquiera le toma la molestia de preguntarle; ¿Qué va a saber aquella frágil criatura? A mitad del camino el nivel del agua comenzó a subir, el niño se hace pesado como un costal de plomo, después pesa como si cargara el mundo entero, insoportable, y sólo a costa de enormes esfuerzos consigue llegar a la orilla.

Le pregunta Ofero al pequeño: «¿Quién eres, niño, que me pesabas tanto que parecía que transportaba el mundo entero?». El niño le responde con claridad: “Tienes razón, peso más que el mundo entero, pues sobre mis hombros cargo con los pecados del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado. Desde ahora te llamarás Cristóbal” (en griego Χριστοφόρος, compuesto de Χριστός, Cristo, y de φέρω, llevar; o sea, el que lleva a Cristo). “Al ayudar a cualquiera a cruzar el río, me estarás ayudando a mí. Fija en la tierra ese árido tronco que te sirve de báculo, que mañana lo verás, no sólo florido, sino coronado de frutos”. En efecto, a la mañana siguiente la estaca seca plantada en el suelo se había trocado en una esbelta palmera, con incontables frutos.

El martirio de Cristóbal
Después del episodio del Niño Dios recibió Cristóbal el bautismo de manos del patriarca Babilas en la Basílica de Antioquía. Según algunos autores, Cristóbal portó a Cristo de cuatro maneras: en los hombros, en los labios, en el corazón y —en el momento de su martirio— en todo el cuerpo.

Cristóbal empezó a evangelizar sobre todo en Samos en compañía de su gran bastón y fue un predicador elocuente. El emperador romano Decio ordenó perseguir a los cristianos y ofrecerlo como sacrificio a sus dioses paganos. Dagón, que era prefecto de Licia, cumplió con el encargo del emperador, profanó iglesias y casas de cristianos. Cristóbal vio que pronto sería prendido y se arrodilló a orar. Cristo entonces se le apareció lo levantó y le dijo: «No temas, que estoy contigo». Cristóbal, al saber, primero, y ver, después, cómo eran torturados los que confesaban públicamente la fe de Cristo, en vez de desfallecer, en medio de una multitud inmensa clamó: «También yo soy cristiano y tampoco quiero sacrificar a los falsos dioses». Inmediatamente fue detenido y conducido hacia el tribunal del prefecto.
Calle de San Cristóbal

Dagón trató de persuadirlo pero Cristóbal no se dejó sorprender ni por la buena ni por la mala. Sería sometido a los siguientes tormentos:

Fue flagelado con varillas de hierro, durante la cual no cesaba Cristóbal de cantar himnos a Dios,
Le fue colocado sobre la cabeza un casco de hierro al rojo vivo,
Fue tendido sobre una parrilla enorme para que ser quemado a fuego lento, la cual se derritió, sin que él sufriera quemadura alguna,
Le fueron arrojadas innumerables flechas, atado a un árbol, sin que ni una sola diera en el blanco, pero sí una en un ojo del prefecto...
Y entonces, la voz del mártir resonó vibrante: «El Señor prepara ya mi corona... Cuando la espada separe mi cabeza de mi cuerpo, unge tu ojo con mi sangre, mezclada con el polvo, y al punto quedarás sano. Entonces reconocerás quién te creó y quién te ha curado».

Al día siguiente fue decapitado y Dagón hizo lo que indicara Cristóbal, recuperando la vista y convirtiéndose al cristianismo.

San Cristóbal según “La leyenda áurea”
De acuerdo al legendario relato Áurea legenda, de Santiago de la Vorágine, Cristóbal era un gigante cananeo de doce codos (poco más de cinco metros) de estatura— nacido con el nombre de Ofero, que vivió durante la primera mitad del siglo III. Su enorme fortaleza física le había hecho orgulloso, y se había jurado servir únicamente a un amo más temible que él mismo. Escogió primero a Satanás como amo, pero al enterarse de que aún el diablo temía al nombre de Dios y al signo de la cruz, renunció a su servicio y buscó quien le indicara como servir a este último.

Ofero tomó como guía a un ermitaño cristiano, que indicaba a los viajeros los lugares seguros por los cuales atravesar un peligroso río, y fue educado por él en la fe cristiana. A la muerte del ermitaño, Ofero tomó su lugar, pero gracias a su fuerza y estatura prefirió transportar los viajeros en sus hombros de un lado a otro del río. La leyenda indica que un día fue visitado por un niño pequeño, que le pidió que lo cruzara; Ofero lo tomó en sus hombros, pero quedó atónito por el peso del niño. Éste le reveló que era en realidad Jesús, y que el peso era el de los pecados del mundo que cargaba sobre sí; bautizó al gigante en el río, y le instruyó para que partiese a predicar a Samos y a Licia. Se cuenta que en su prédica, Cristóbal realizó numerosos milagros, entre ellos el de plantar su báculo en el suelo y transformarlo en un árbol. Allí lo encarceló el rey Dagón, enfurecido por la conversión de sus súbditos, y decretó su captura y martirio según las órdenes del emperador Decio.

Leyendas antiguas
El texto de De la Vorágine constituye una evolución fantástica de testimonios anteriores. Las fuentes latinas y griegas más antiguas registran un mártir, de nombre Cristóbal, originario de una tribu norafricana.[cita requerida] Capturado por las tropas romanas a comienzos del siglo IV, fue conscripto como legionario y trasladado a prestar servicio en una guarnición romana cerca de Antioquía.

Icono de san Cristóbal cinocéfalo. Nótese el parecido con el dios perro egipcio Anubis, ancestro mítico de Cristóbal.

Poco se sabe de los Marmaritae a los que habría pertenecido Cristóbal; como a otras tribus africanas, las fuentes griegas solían describirlos como infrahumanos, llamándolos con frecuencia κυνοκηφαλοι, kynokefaloi, ‘cinocéfalo (cabeza de perro)’. Algunas fuentes tomaron el término literalmente, y numerosos iconos ortodoxos representan a Cristóbal con cabeza de perro. Las fuentes latinas tradujeron el término por canineus (‘perruno’). Se estima que Santiago de la Vorágine, en su Áurea legenda, lo interpretó como cananeus (‘cananeo’, de Canaán).

Las fuentes más antiguas indican que Cristóbal fue bautizado por el obispo Babilas de Antioquía; sin embargo, es imposible que fuera así, ya que Babilas fue martirizado en 251, y el nombre de la unidad a la que Cristóbal fue adscripto (Cohors Tertia Valeria Marmaritarum: ‘tercera cohorte valeria de los habitantes del Mar de Mármara’) indica que ésta fue reclutada bajo el emperador Diocleciano, cuyo nombre completo era Cayo Aurelio Valerio. Las fuentes latinas sugieren que Cristóbal fue bautizado por el obispo Pedro de Alejandría, que predicó en la región entre el 306 y el 311. De acuerdo a estas razones, se podría identificar con san Menas de Alejandría, de cuya historicidad no se tiene duda. Los Hechos de san Cristóbal, de los que las leyendas posteriores se derivan, parecen haber sido compuestos en época cercana al martirio del santo, probablemente por el obispo de Antioquía, Teófilo el Indio, o alguien cercano a éste.

Antiguamente en las catedrales se colocaba una imagen de San Cristóbal, dice la leyenda que el día que veías esa imagen la muerte no te llegaría, lo que nos es cierto, claro está.

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