domingo, 29 de enero de 2023

Calle de San Bernabé

Calle de San Bernabé

La calle de San Bernabé transcurre entre la cuesta de las Descargas y la Gran Vía de San Francisco.

En el número 13 de esta calle y en 1678, la Venerable Orden Tercera de San Francisco terminó su capilla del Santo Cristo de los Dolores aneja a San Francisco el Grande, y acto seguido, la orden dispuso la construcción de un hospital para los cofrades enfermos.

El hospital fue fundado ese mismo año de 1678 gracias a las limosnas de varios devotos entre los que cabe destacar a Doña Lorenza Cárdenas.

El edificio, dispuesto entorno a un patio de dos plantas, empezó a construirse en 1679, acabándose en 1686 bajo la dirección del alarife Luis Román y de sus hijos Diego y Matías Román. En cuanto a la iglesia del hospital, de una sola nave y bóveda de cañón con lunetos, fue construida entre 1693 y 1699 sobre un proyecto de Marcos López, si bien las obras fueron terminadas por Felipe Sánchez.

En 1887, tras una reforma del arquitecto José María Guallart, es declarado establecimiento de la beneficencia particular por orden del duque de Abrantes.

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Dice Pedro de Répide de esta calle:

De la calle de Calatrava a la cuesta de las Descargas, bs. de San Francisco y de las Aguas, d. de la Latina, p. de San Pedro el Real. 

Al principio de la calle, en una de las casas de Monroy de Calatrava, hubo una capilla dedicada a ese apóstol, que heredó la archicofradía Sacramental del Hospital General para sufragio de las ánimas de los pobres que morían en él. Pero habiendo sido vendida la finca, y desaparecida la capilla, la imagen del santo fue llevada a la iglesia del mismo hospital y la calle conservó el nombre de aquél. 

Al final de esta calle se hallaban las casas del famoso Gil Imón de la Mota, del Consejo Supremo de Castilla y presidente del de Hacienda, por el que se dio nombre al portillo que había donde empieza la cuesta de las Descargas. Pintoresca tradición madrileña es la de la severidad con que Gil Imón juzgó como magistrado a sus tres hijas, doña Fabiana, doña Feliciana y doña Isabel, una de las cuales, la segunda, llegó a casar con el embajador de Mantua. 

Las pragmáticas suntuarias de principios del siglo XVII fueron desacatadas con notoriedad y escándalo por las hijas de Gil Imón, que con su madre, doña Leonor de la Vega, y en dos coches, marcharon al Prado, donde descendieron de los carruajes y comenzaron a pasear luciendo opulentos trajes de brocado. 

Acudieron golillas a poner sobre ellas la vara justiciera, y las damas, contestándoles que se tuvieran allá, que también ellas eran de justicia, y ganando precipitadamente los coches, volvieron a su casa, dejando revuelto el paseo y con un conato de algarada movida por los galanes que tomaron partido a favor de las rebeldes y en contra de la alguacilesca. 

Pero Gil Imón era un magistrado ceñudo, y para dar ejemplo de rectitud castigó el desmán de sus hijas, desobedientes a las órdenes del rey su señor, obligándolas a ir a todas partes vestidas con hábitos monjíles. El celo del presidente de Hacienda fue premiado con la cruz de Santiago, y poco después en sus mismas casas se aposento, con muy lúcido acompañamiento, el embajador de Polonia. 

A esas casas de Gil Imón fue a terminar su calvario el gran duque de Osuna, D. Pedro Téllez de Girón. Fue preso este insigne político y gran capitán en la casa donde vivía, que era la del marqués del Valle, D. Juan de Acuña, en la plaza que entonces se llamaba del Salvador y ahora es de la Villa. Era el mediodía del Jueves Santo, 8 de abril de 1621, cuando se presentaron a prenderle D. Agustín de Messía, del Consejo de Estado; el marqués de Povar, de la guardia española, y D. Fernando Verdugo, su teniente, dejando algunos soldados guardando la calle. 

Sirvió primero de cárcel al insigne preso su castillo de la Alameda, en Canillejas, donde recibió la visita del beato Simón de Rojas, confesor de la Reina. Agravado en sus males físicos, hubo de ser trasladado a la quinta que D. Iñigo de Cárdenas poseía en Carabanchel; pasó luego al pueblo de Vallecas y después a la quinta del condestable de Castilla, junto al arroyo Abroñigal. El fin de tan triste peregrinación fue en esas casas de la calle de San Bernabé, donde, después de tres años y medio de prisión, moría a 25 de septiembre de 1624 aquel a quien Quevedo dio por epitafio un soneto inmortal:

Faltar pudo su patria al grande Osuna,

pero no a su defensa sus hazañas;

diéronle muerte y cárcel las Españas,

de quien él hizo esclava la Fortuna.

 

Lloraron sus envidias una a una

con las propias naciones las extrañas;

su tumba son de Flandres las campañas,

y su epitafio la sangrienta luna.

 

En sus exequias encendió al Vesubio

Parténope, y Trinacria al Mongibelo;

el llanto militar creció en diluvio.

 

Diole el mejor lugar Marte en su cielo;

la Mosa, el Rhin, el Tajo y el Danubio

murmuran con dolor su desconsuelo.

 Donde se hallaban las casas de Gil Imón alzáronse a fines del mismo siglo el hospital y la capilla de la Venerable Orden Tercera. La Orden Tercera, fundada por San Francisco de Asís, en Italia, para que la observasen los seglares de uno y otro sexo que sin dejar sus casas y ocupaciones quisiesen vivir en religión, permanece establecida en Madrid desde tiempo inmemorial y puede creerse que data del mismo tiempo en que el santo estuvo en esta villa. 

En 1617 determinó la Venerable Orden erigir una capilla, y en 11 de junio del mismo año compró a los frailes franciscanos el terreno necesario, contiguo al enterramiento de los religiosos, que confinaba con la capilla de los Lujanes; pero habiendo comenzado la obra reconoció el convento que servía de perjuicio a su fábrica, y solicitó dar en propiedad a la Orden Tercera el edificio que había sido celda del padre comisario general de Indias, la cual se componía de una pieza grande y dos naves laterales que salían a la calle y a la huerta. 

Esto se verificó en virtud de escritura otorgada en 30 de diciembre de 1623. Cedió igualmente el convento a la Venerable Orden dos bóvedas y el pontífice Urbano VII aprobó estas ventas y cesiones por bula expedida en 5 de febrero de 1624. Continuó la Orden Tercera adquiriendo varios terrenos del convento, según aparece de escrituras otorgadas en 1627, 1638 y 1662, en cuyo año empezó la construcción de la capilla que se hizo en la calle de San Buenaventura, inmediata a la iglesia de San Francisco. Ascendió a más de nuevecientos mil reales el coste de ella. Diósela como ingreso un largo tránsito, formado con pilares de granito, y se formó su traza con una sola nave y presbiterio de buena arquitectura, decorado por pilastras dóricas y cuatro hornacinas con las efigies de San Luis, rey de Francia; San Roque, Santa Isabel, reina de Portugal y Santa Margarita de Costena. Hízose aislado un suntuoso altar mayor labrado de mármoles, sobre cuyas gradas, en un templete de madera dorado, fue puesta la imagen del Cristo de los Dolores, titular de la capilla. 

La fundación del hospital de la calle de San Bernabé tuvo eficaz ayuda con las limosnas de doña Lorenza de Cárdenas, viuda del ilustre madrileño don Lorenzo Ramírez de Prado. Dióse principio a la obra en 1678 y se terminó en 1693. La capilla del establecimiento, agregada a la iglesia de San Juan de Letrán, es pública, y consiste en una pequeña nave cerrada con bóvedas y cúpula. La decoración es de pilastras dóricas, y tanto el retablo mayor como los colaterales son insignificantes. La fachada es sencilla y armoniosa, con una portada de granito, compuesta por un arco de medio punto con fajas a los lados. 

Diose habitación por orden de doña Lorenza de Cárdenas, quien dejó renta para ello, a veinticuatro señoras viudas, a las que se les proporcionaba alimento y vestido, con la obligación de que, repartiendo entre ellas las horas del día, siempre hubiese una velando al Santísimo Sacramento. Cuidaban, además, de la ropa de la sacristía y del hospital. 

Es preciso que pertenezca a la Venerable Orden un enfermo para su admisión en este hospital, que en la «dominica in Albis», o sea el domingo de Cuasimodo, está abierto al público para ser visitado.

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