La plaza de Tirso de Molina es un cruce de caminos entre
la calle del Duque de Alba, calle del Mesón de Paredes, calle de la Espada, calle de Jesús y María, calle de San Pedro Mártir, calle de Lavapies, calle de la Magdalena, calle de los Relatores y calle del Doctor Cortezo.
La plaza se denominó antiguamente Plaza del Progreso y es el
límite norte del barrio de Lavapiés. Tiene una planta triangular que se
prolonga hacia la calle de la Magdalena (que comunica con la plaza de Antón
Martín).
La plaza tiene su existencia desde el año 1840, ocupando el solar
que dejaría tras el derribo del Convento de Nuestra Señora de los Remedios
(denominado también Convento de la Merced). Siendo alcalde de Madrid Salustiano Olózaga se
encargó de limpiar el terreno, plantar unos árboles y poner el nombre inicial
de la Plaza del Progreso mediante la colocación de una lápida con el nombre. La
medida repentina de Olózaga irritó al Ministerio de la Gobernación (liderado
por Saturnino Calderón Collantes) por haber dispuesto sin consultar de un
terreno del Estado, a lo que respondió Olozága que realizó la limpieza del
solar atendiendo a medidas de higiene pública.
La ubicación de una estatua de Juan Álvarez Mendizábal hizo que
popularmente se la denominara durante un tiempo como plaza de Mendizábal.
Se abre
al público el 26 de diciembre de 1921, con el nombre de Progreso, la estación del
Metro de Madrid (denominada posteriormente como Tirso de Molina) y forma parte
de las estaciones de la primera línea de Metro.
Tras las denominaciones temporales, su nombre actual es plaza de Tirso
de Molina en honor al dramaturgo español del siglo XVII, en cuyo centro se erige una
de sus estatuas.
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Dice Pedro de Répide acerca de esta plaza, antes plaza del Progreso:
Esta plaza se formó al quedar derribado el convento de la Merced,
que ocupaba el espacio triangular, que hoy día es el jardín. La calle de la Magdalena
empezaba en la del Duque de Alba;
entre la de la Magdalena la de Barrionuevo estaba la de los Remedios, y el trozo
desde la de Barrionuevo (hoy del Conde de Romanones) hasta la del Mesón de Paredes, se llamaba de Cosme de Médicis, en agradecimiento al gran duque de Toscana, que regaló la estatua de Felipe III,
y luego, correspondiendo al honor de esa dedicatoria de la calle, mandó construir
en la iglesia de los Mercenarios la capilla
de San Pedro Pascual, en la que fueron enterrados el noble Liborio Romano y su mujer,
y Porfirio de Doria, embajador de
aquel Estado.
Uno de los conventos más célebres de Madrid era el de los Mercenarios
Calzados. El padre maestro fray Gaspar de Torres, provincial de esta provincia,
catedrático de Salamanca, y después arzobispo de Santo Domingo, en la isla Española,
compró por escaso precio una casita, donde fundó esa residencia de la Orden de la
Merced, en la que dijo la primera misa a 4 de septiembre de 1564. El heredero del
conquistador de Méjico, D. Fernando Cortés, tercer marqués del Valle, y su mujer,
doña Mencía de la Cerda, tomaron el patronato de la capilla mayor y del convento,
en el año 1611, y fueron enterrados en el crucero, al lado de la Epístola, en donde
se veían sus bultos de piedra.
De tan humilde principio, siguióse un templo y edificio conventual
de los mejores y más ricos en alhajas, pinturas y reliquias que había, no sólo en
Madrid, sino en toda España. La iglesia que sustituyó a la capilla primitiva
fue consagrada en el año 1646.
La capilla de la Virgen de los Remedios estaba ricamente adornada.
La imagen, alta poco más de una tercia, decíase que el Papa San Gregorio la envió
a la isla de Calanda, donde fue venerada en una abadía de monjes benitos, hasta
que, habiendo caído aquélla en poder de herejes, fue destinada al fuego por uno
de ellos; pero como al tiempo de arrojarla a las llamas se hallase presente Juan
de Origüela, natural de Cuenca, soldado de Felipe II, abalanzóse sobre ella, y sacándola
de la hoguera, la compró por el precio de cincuenta maravedises. Llevóla a su ciudad
natal, donde la entregó a los padres del convento de la Merced, los cuales se
trasladaron a Madrid en agosto de 1573, donde no tardó en alcanzar gran veneración,
y en 1613 se fundó su Congregación, siendo de los primeros Esclavos el rey Felipe
III.
Varios fueron los mercenarios famosos que vivieron en ese convento;
pero ninguno tan ilustre como el madrileño fray Gabriel Téllez, inmortal en las
letras españolas, y el cual tenía
su celda en la esquina de la calle del Conde de Médicis, esquina a la de los Remedios,
frente a la calle del Burro, actualmente
de la Colegiata.
En el centro del jardín que fue formado en el solar de la Merced
álzase la estatua de Mendizábal. El 12 de abril de 1855, la Comisión encargada de
erigir los monumentos a Calatrava, Argüelles y Mendizábal pidió al Consejo la autorización
necesaria para colocar la efigie de este último en la plaza. Es una escultura obra
de José Grajera, y fue costeada por suscripción pública.
Pero el acuerdo, obra del bienio progresista, no encontraba apoyo
en los Gobiernos que sucedieron a la última época liberal del reinado de Isabel
II. El año 1858 ordenóse que se suspendiera las obras para la construcción del pedestal
de la estatua a Mendizábal, oposición que dio lugar a grandes discusiones en el Parlamento. Y la estatua quedó depositada en el Casón del Retiro, de donde la revolución
de 1869 la sacó para darle su proyectado emplazamiento.
El día 7 de abril de 1869 quedó entregada al Ayuntamiento, que comisionó para hacerse cargo de ella
al concejal D. Juan Manuel Ranero
y al arquitecto D. Joaquín María Vega. Fijóse para el 6 de junio la fecha de inauguración,
y a las once y cuarto de la mañana, con asistencia del Poder ejecutivo,
el Ayuntamiento en corporación, la Diputación provincial y otras Corporaciones,
hízose la ceremonia con gran solemnidad, y durante ella fue presentado al regente
del Reino, general Serrano, un niño, nieto de Mendizábal. Pronunciaron discursos
delante del monumento D. Nicolás María Rivero
y D. Pascual Madoz. Y por la noche hubo música e iluminación en la plazuela. Es
curioso recordar que el mismo día en que se inauguró la estatua de Mendizábal fue
promulgada la Constitución de 1869.
Carecía el pedestal de inscripción que hiciese saber quién era
el personaje representado sobre él, y un decreto de la Alcaldía presidencia, dado a 25 de junio de 1903, dispuso que
quedase enmendada semejante omisión, y el día 13 de julio del siguiente año, a las siete de la tarde, descubrióse la lápida en que se lee: "El pueblo de Madrid a D. Juan
Álvarez de Mendizábal, 1904".
Leyenda cuya fecha puede hacer creer que en ese año fue erigido el monumento.
El jardín de la plaza
del Progreso es de los más típicos de Madrid, frecuentado por una muchedumbre
pintoresca y bribiática, que en invierno al sol y en verano por la noche parece
trasunto de las estufas de Cinosarges.
Tirso de Molina (pseudónimo de fray Gabriel Téllez) (Madrid, 24 de
marzo de 1579 – Almazán, 12 de marzo de 1648), fue un religioso mercedario
español que destacó como dramaturgo, poeta y narrador del Barroco.
Tirso de Molina destaca sobre todo como autor teatral. Su
dramaturgia abarca principalmente la comedia de enredo, como Don Gil de las
calzas verdes, y obras hagiográficas como la trilogía de La Santa Juana o La
dama del olivar. Se le ha atribuido tradicionalmente la creación del mito de
Don Juan en El burlador de Sevilla, cuya primera versión podría ser de 1617,
con la obra Tan largo me lo fiais, editada en el siglo XVII a nombre de
Calderón y que parte de la crítica atribuye a Andrés de Claramonte (no así otro
sector de críticos, que la tienen como una versión emparentada con un arquetipo
común escrito por Tirso entre 1612 y 1625); en la citada obra, Don Juan, un
noble sevillano, altera el orden social deshonrando a cuantas mujeres se le
ponen delante y finalmente es castigado por la estatua funeraria de una de sus
víctimas, el padre de una de las damas burladas, que lo mata y lo arrastra a
los infiernos. También se encuentra en discusión la autoría de El condenado por
desconfiado, comedia de bandoleros a lo divino. Tirso fue el primer autor que
dio profundidad psicológica a los personajes femeninos, que llegaron a ser
protagonistas de sus obras literarias.
Sus padres eran humildes sirvientes del Conde de Molina de
Herrera. Blanca de los Ríos sostuvo que Gabriel fue hijo natural del Duque de
Osuna, pero esa tesis carece de fundamento y hoy está completamente
desacreditada, ya que de ser cierta, Tirso habría necesitado dispensa papal
para entrar en la Orden de la Merced. Además, el Duque de Osuna era entonces
muy viejo y se encontraba en Nápoles. Por otra parte, la partida de nacimiento
que alega doña Blanca es prácticamente ilegible y hace nacer a Tirso en 1584.
Luis Vázquez, en su «Gabriel Téllez nació en 1579. Nuevos hallazgos
documentales», en Homenaje a Tirso, documenta que nació en 1579. Ninguno de sus
enemigos contemporáneos, por otra parte, le achacó ese origen.
Tirso de Molina fue un discípulo ferviente de Lope de Vega, a
quien conoció como estudiante en Alcalá de Henares; toda su vida defenderá la
concepción lopista del teatro. El 4 de noviembre de 1600 ingresó en la Orden de
la Merced y tras pasar favorablemente el noviciado tomó los hábitos el 21 de
enero de 1601 en el monasterio de San Antolín de Guadalajara. Se ordenó
sacerdote en 1606 en Toledo, donde estudió Artes y Teología y empezó a escribir.
En 1622 participó en el certamen poético con motivo de la
canonización de San Isidro, pero en 1625 la Junta de Reformación creada a
instancias del Conde-Duque de Olivares le castigó con reclusión en el
monasterio de Cuenca por escribir comedias profanas «y de malos incentivos y ejemplos», y pidió su destierro y
excomunión mayor si reincidiese.
A pesar de todo, Tirso de Molina siguió escribiendo y no se
tomaron medidas mayores contra él al desinflarse las disposiciones
moralizadoras del Conde-Duque; es más, en 1626 pasó a residir en Madrid y fue
nombrado comendador de Trujillo, por lo que vivió en la ciudad extremeña hasta
1629, año en que volvió a Toledo y posiblemente a Madrid.
Entre 1632 y 1639 estuvo en Cataluña, donde fue nombrado definidor
general y cronista de su Orden y compuso la Historia general de la Orden de la
Merced. En 1639 el pontífice Urbano VIII le concedió el grado de maestro; sin
embargo, los enfrentamientos con miembros de su propia Orden lo llevaron al
destierro en Cuenca en 1640. Sus últimos años los pasó en Soria, en el Convento
de Nuestra Señora de la Merced, en el que fue nombrado comendador en 1645.
Murió en Almazán en 1648.
Aunque una de las obras que se le atribuyen ha tenido una enorme
influencia en la cultura mundial como origen del mito de Don Juan, El burlador
de Sevilla y convidado de piedra, en su tiempo la versión más conocida de la
obra fue la versión primigenia, Tan largo me lo fiais, que según algunos
críticos fue compuesta por el dramaturgo y actor Andrés de Claramonte, quien
también podría ser el autor de La estrella de Sevilla.
La plaza es recordada por Joaquín Calvo Sotelo en una obra de
teatro titulada Milagro en la Plaza del Progreso, estrenada en el Teatro
Infanta Isabel de Madrid el 18 de noviembre de 1953.
En esta plaza tuvo su primer estudio de pintura el valenciano
Joaquín Sorolla en 1889.
Tuvieron casa también los hermanos Bécquer (Gustavo y Valeriano)
en las casas adyacentes a la plaza, en el espacio que les dejara en su estudio
el pintor José Casado del Alisal.
En el año 2008 la plaza sufrió una fuerte renovación, ampliando su
zona peatonal, se han instalado kioscos formando un mercado de flores, se han
plantado unos plátanos de sombra y se ha renovado el mobiliario urbano,
colocándose tres fuentes independientes en tres zonas diferentes de la plaza.
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