La Puerta de Moros era una de las puertas de acceso a
Madrid. Se encontraba ubicada en el lienzo de la muralla cristiana de Madrid y
ya cercana al Alcazar.
Orientada al suroeste, era la puerta preferida por aquellos
que salían hacia Toledo. Fue destruida en 1412 durante una sublevación popular,
pero se construyó otra en el siglo XVI. Tras su derribo definitivo dio lugar a
un solar que con el tiempo devino en la Plaza de Puerta de Moros, heredando su
nombre.
Una leyenda madrileña cuenta que en la plaza de Puerta de Moros, al caer la luna se escuchaban misteriosos lamentos, aullidos y gritos que los ciudadanos atribuyeron al alma de un moro que murió allí al ser bautizado.
Intentaron quitar la maldición un grupo de cristianos colocando una cruz sobre la puerta. A los pocos días, residentes de la zona aseguraron haber visto pasar por la puerta tres espectros que decían el nombre de una persona a la que culpaban de su muerte.
Se descubrió que se trataba de un armenio que había asesinado a sus tres hijos para comérselos. El parricida confesó su delito y murió azotado. Con él desaparecieron los lamentos en torno a la Puerta de Moros.
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Dice Pedro de Répide:
Toma origen su nombre de que en este lugar se hallaba una de
las puertas de la villa que daba al camino de Toledo, y aunque una tradición dice
que se llamaba de moros porque sólo transitaban por ella los árabes, es lo cierto que debía su denominación a su proximidad
al barrio de la Morería. Tenía la
misma forma que la del Dragón o Puerta Cerrada, con vueltas y ambages, puente levadizo
y fosos, y junto a ella estaba una
cruz de piedra, que era una de las que fueron puestas a instancias de San Francisco de Asís en la ruta del
primitivo calvario de Madrid.
En esta plaza
se han celebrado alguna vez representaciones teatrales públicas con motivo de la
verbena de la Paloma, y una de ellas
ha sido la del famoso sainete de ese mismo título.
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