Entre la plaza de Santa Cruz y calles de la Fresa, Gerona, Imperial, Salvador, Santo Tomás y Atocha.
Esta plaza es de las más típicas de Madrid, y generalmente, aunque con impropiedad, se la confunda en la denominación de plaza de Santa Cruz, que es la que se extiende a su lado. Debe su nombre a las antiguas escribanías de provincia, que estaban en el edificio de la Audiencia. Es una plaza formada por casas con soportales, menos el lado que corresponde al edificio que, después de haber pasado por diversos destinos, es actualmente ministerio de Estado.
En el centro había una fuente que tenía por remate la figura de un perro, y por su cercanía a la sala de alcaldes de casa y corte, dio motivo a aquellos versos de Villamediana:
Con el tiempo, con el trato
de las malas compañías,
dentro de muy pocos días
ese perro será gato.
Coronó luego esa fontana una estatua de Orfeo, obra de Rutillo Gassi Florentino, escultor del siglo XVII. A esta fuente, y a la que existía en la plaza de la villa, aludía Tirso de Molina en su romance al Manzanares.
Fuentes tenéis que imitar
que han ganado con sus cuerpos,
como damas cortesanas,
sitios en Madrid soberbios;
adornadas de oro y perlas
visitan plazas y templos,
y ya son dos escribanas;
que aquí hasta el agua anda en pleito.
El sitio que ocupó esta fuente era el designado para un monumento a Hernán-Cortés, proyecto iniciado por el ministro de Ultramar, D. Antonio María Fablé, en la real orden de 27 de julio de 1891, según la cual solicitaba la cooperación del Ayuntamiento, y, por su parte, se comprometía a costear el pedestal.
El edificio de la Cárcel de Corte es un bello edificio, que no revela, por la gracia de su aspecto, el triste fin a que se le destinaba. Era una de las prisiones que había en Madrid en el siglo XVII, siendo las otras la de la Villa, la de la Corona para los clérigos y la del Santo Oficio. También fueron establecimientos penitenciarios, antes de su unificación en la Cárcel Modelo, los presidios de Recoletos y de la Puerta de Toledo, el Saladero, la Cárcel Militar de la calle del Soldado, de donde pasó a San Francisco, y la Casa-Galera.
La de Corte, que luego fue Audiencia, y de posteriormente ministerio de Ultramar y Estado, es obra del elegante arquitecto Juan Bautista Crescenci, marqués de la Torre y como dice la inscripción que se conserva sobre la puerta principal, «Reinando la majestad de Felipe IV, con acuerdo del Consejo, se fabricó esta Cárcel de Corte para seguridad y comodidad de los presos. Año 1634». Este palacio cumplía, en efecto, ese objeto de la comodidad con su graciosa traza, la disposición de los dos hermosos patios, su amplia escalera. Un ángel corona la fachada principal, y de ello vino la frase picaresca de «ir a dormir bajo el ángel», con que se indicaba el hecho de ser llevado preso.
Insuficiente para su destino el edificio de la Cárcel de Corte, hubo de ampliar ésta con la adquisición del convento de los padres del Salvador, que se hallaba a sus espaldas, entre las calles del Salvador, de la Concepción Jerónima y de Santo Tomás, que también se llamó del Verdugo. Este último caserón fue el que, destinado a Audiencia el palacio de la plaza de la Provincia, quedó sirviendo de Cárcel de Corte hasta mediados del siglo XIX, en que se trasladó la prisión a la casa que edifico Ventura Rodríguez en la plaza de Santa Bárbara para saladero de tocino, reinando Carlos III, y en la cual estaban ya la Cárcel de Villa y la de Jóvenes.
De la vieja Cárcel queda el recuerdo de más de dos siglos de tristeza y de horror. De donde salían a ser azotados y sacados a la vergüenza los condenados por la Justicia seglar. Los días del terror fernandino se nos representan con toda su tremenda amargura. Vemos a Riego salir conducido al infamante suplicio. Y, en cambio, divisamos a Olózaga, evadiéndose en novelesca fuga. Después, en los días románticos. Luis Candelas, allí aprisionado después de una dramática burla del destino, y no saliendo sino para ir a la puerta de Toledo en último viaje. Espronceda escribió entonces «el reo de muerte».
Cuando después de la Audiencia, tomó posesión de este edificio el ministerio de Ultramar, reconstruyó la torre que da a la calle de Santo Tomás. Y en el centro de los patios que quedan a los lados de la escalera, fueron colocadas las estatuas de Colón y de Sebastián Elcano. En esos patios, lo mismo cuando se hallaban en aquella casa el ministerio de Ultramar que posteriormente el de Estado, se han celebrado muchas Exposiciones.
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