martes, 24 de enero de 2023

Calle de Sombrerete

Calle de Sombrerete

En la plaza de Lavapiés nace la calle de Sombrerete, que llega hasta la calle de Embajadores.

Según escritos antiguos, su nombre original fue Sombrerete del Ahorcado ya que aquí fue ajusticiado, sin quitarse el sombrero, el cómplice de un impostor que se hizo pasar por el rey don Sebastián de Portugal.

El famoso proceso del pastelero de Madrigal, Gabriel de Espinosa, condenado a muerte por haber fingido ser el rey D. Sebastián de Portugal en 1595. Leído detenidamente el proceso y estudiadas las declaraciones de Fray Miguel de los Santos, también ejecutado en este proceso, parece indicar que muy bien pudo ser efectivamente el rey D. Sebastian a quien la justicia de Felipe II tenía prisa en eliminar pues al monarca español que ya reinaba en Portugal no le convenía la reparación de aquel rey portugués. El tal Fray Miguel de los Santos condenado el 15 de octubre de 1595, le pusieron un ferreruelo negro, viejo y un sombrerillo, pasó a la cárcel, se le comunicó la sentencia, fue llevado por las calles de Madrid con pregoneros por delante y ahorcado en la Plaza Mayor.

El Ayuntamiento de Madrid en una placa nos explica que esta calle y “su ambiente” inspiraron al compositor español Isaac Albéniz su obra “Lavapiés”, perteneciente a su suite “Iberia”.

Hoy en día, la calle está repleta de tiendas textiles de al por mayor regentadas por inmigrantes, sobre todo chinos. Unos metros más adelante (en el número 15) nos encontramos con la joya de esta calle: las ruinas de las Escuelas Pías de San Fernando, el primer colegio que hubo en Madrid de la orden de los Escolapios.

Las ruinas que vemos hoy en día pertenecían a la iglesia del colegio y que fue destruida en los primeros días de la Guerra Civil, en 1936. Todavía conserva un bonito reloj en la pared.

El Colegio fue fundado en 1729 por el Padre Juan García de la Concepción, sobre un solar propiedad de la parroquia de San Justo. El colegio tenía como objeto la educación de niños pobres y pronto adquirió una gran relevancia en la Corte debido a la gran calidad e innovación de sus técnicas educativas; como muestra de esto es que puso en funcionamiento la primera escuela de sordomudos del país.

Actualmente las ruinas han sido aprovechadas por la Universidad Nacional a Distancia (UNED) para hacer una magnífica biblioteca, la “Biblioteca Escuelas Pías”.

Algo más adelante en el paseo por la calle Sombrerete y nos encontramos con la estatua de Agustín Lara, también conocido como el flaco de Oro, justo en frente de la plaza que recibe su nombre y en la fachada de las ruinas de las Escuelas Pías de San Fernando.

Agustín Lara insigne compositor mexicano que cantó a España antes de conocerla, autor del célebre schotis “Madrid” Y de las canciones “Madrid” “Valencia” “Sevilla” “Navarra” “Toledo” “Murcia” “Granada”.

Justo al final de la Calle de Sombrerete nos encontramos con un enorme reloj de sol pintado en la fachada de la Casa de la Vela que en horas de luz nos ofrece las horas perfectamente sincronizado, obra del arquitecto Javier de la Vega Regatillo que realizo trabajos de restauración en las instancias del ayuntamiento de Madrid.

El motivo principal del reloj es una mujer en su balcón tendiendo la ropa, algo cotidiano que se hace diariamente en el barrio y en la parte inferior hay una inscripción que se dedica a los vecinos de Embajadores.

La Casa de la Vela que el arquitecto Javier de la Vega Regatillo, enderezó y restauró a instancias de la E.M.V del Ayuntamiento de Madrid. Esta pintura-reloj solar se comenzó el día 13 de mayo dándose por terminada el 8 de julio de 1985 y se dedica a los vecinos de Embajadores.

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Dice Pedro de Répide de esta calle:

De la calle de Lavapiés a la del Mesón de Paredes, bs. de Lavapiés, de Caravaca y de Jesús y María, ds. de la Inclusa y del Hospital, ps. de San Millán y San Lorenzo. 

El verdadero nombre de esta calle es del Sombrerete del Ahorcado, y su tradición está enlazada con el famoso proceso del pastelero de Madrigal, condenado a muerte por haberse fingido ser el desaparecido rey D. Sebastián de Portugal. La interesante figura de Gabriel de Espinosa, llevada más de una vez a la novela y al teatro, tiene su más bella pintura poética en el drama de Zorrilla: «Traidor, inconfeso y mártir». 

Como cómplices de Espinosa fueron perseguidos por el alcalde de la Chancillería de Valladolid dos personas de calidad: doña Ana de Austria, que era monja en el convento de Santa María la Real, de Madrigal de las Altas Torres, y el padre fray Miguel de los Santos, religioso agustino portugués, de gran autoridad en su Orden, en la que había sido dos veces provincial. Fray Miguel que había sido confesor de D, Antonio, prior de Crato y predicador del rey D. Sebastián, era entonces vicario del convento donde se hallaba doña Ana, y confesor suyo. 

Leído detenidamente el proceso y estudiadas las declaraciones de fray Miguel de los Santos, el ánimo imparcial se inclina a creer que muy bien pudo ser efectivamente el rey D. Sebastián aquel Gabriel de Espinosa, a quien la justicia de Felipe II tenía prisa en eliminar, porque el monarca español, que ya reinaba en Portugal, no le convenía la reaparición de aquel rey portugués. Pues las últimas manifestaciones de Espinosa en el tormento pudieron ser contestaciones forzadas a preguntas establecidas por el juez, según las instrucciones que tuviera. Desde luego, parece imposible que, habiendo sido fray Miguel de los Santos hombre que frecuentó la corte de Lisboa y predicador de don Sebastián, no conociera a este príncipe, hasta el extremo de dejarse engañar por un embaucador. 

Fray Miguel de los Santos pagó su lealtad a su país y a su natural señor, sufriendo también la última pena. El 15 de octubre de 1595 fueron a la cárcel el doctor Llanos y el alcalde Canal, y le llevaron en un coche a la iglesia del monasterio de San Martín, donde le esperaba el arzobispo de Oristán para degradarle. Después de esta ceremonia, le pusieron un ferreruelo negro, viejo, y un sombrerillo, pasando de nuevo a la cárcel, donde se le notificó la última sentencia, que le condenaba a ser llevado por las calles de Madrid, con pregoneros delante, y ahorcado en la Plaza Mayor

Así aconteció el día 19 del mismo mes, y el sombrerete que le pusieron cuando la degradación, fue, luego de muerto fray Miguel, paseado por Madrid en la punta de un palo, y, finalmente, fueron a dejarle colocado en unos montones de estiércol que había en los corrales del escribano D. Antonio Cros y Estrada, lugar que ahora se llama «La Corrala», frente a las Escuelas Pías de San Fernando, y allí permaneció mucho tiempo, por lo que a esta calle se la dio el nombre que todavía lleva, y que, a pesar de ser denominación ridícula, recuerda un episodio tan altamente dramático de nuestra Historia. 

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