La calle de Tabernillas se sitúa entre la plaza de Puerta de Moros y la calle del Águila.
En 1561, cuando Felipe II nombra a Madrid capital del
imperio, los pueblos de alrededor se ponen las pilas y empiezan a plantar
viñedos para abastecer a la Corte. Muchas bodegas se establecieron en el
entorno de la calle de Toledo, que era donde paraban las carretas y
diligencias. Madrid se llenó de bodegas y tascas que eran, además de lugares
donde refrescarse el gaznate y picotear algo, remansos para la charlita y la relación
social. Las puertas de las tambarrias se pintaban de rojo púrpura, el color del
vino tinto.
Hay quien dice que la calle recibía este nombre por un
hombre de apellido Parla, que era el dueño de algunas de las tabernillas que
habla aquí y, otros, el nombre procede del pueblo madrileño de Parla, que tenía
el privilegio de proveer de vino a las tabernas de esta calle.
Desde 1835 se llama calle de Tabernillas, sin más.
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Dice Pedro de Répide de esta calle:
De la plaza de Puerta de Moros a la calle del Aguila, b. del Humilladero, d. de la Latina, p. de San Andrés.
En tiempo de los árabes estaban aquí los despachos de vino, saliendo de Puerta de Moros a la izquierda, donde estaba el fondac moruno. Las tabernillas continuaron allí después de la dominación cristiana, y pertenecían al pueblo de Parla, que tenía el privilegio de surtirlas.
En esta calle hay un grupo escolar, y en los recuerdos madrileños es también célebre por haberse editado allí durante mucho tiempo las aleluyas y los romances de ciego, y, en fin, toda la pintoresca literatura de cordel.
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