lunes, 6 de febrero de 2023

Calle de la Ribera de Curtidores

Calle de la Ribera de Curtidores

La calle de la Ribera de Curtidores es el centro neurálgico de El Rastro madrileño. Discurre entre la plaza de Cascorro y el Paseo de las Acacias en una pronunciada pendiente, bs. de la Huerta del Bayo y de las Amazonas, d. de la Latina, p. de San Millán. 

La Ribera de Curtidores, denominada antiguamente como calle de las Tenerías, debe su nombre a que la calle proviene de la industria de curtiembre, denominadas tenerías, que se desarrolló en Madrid a raíz de los mataderos ubicados en el Cerrillo de Cascorro.

Antes de los Reyes Católicos, el antiguo gremio de curtidores se encontraba ubicado junto a los caños del Peral, actualmente plaza de Isabel II. El gremio de los curtidores de cuero y pieles estuvo instalado en este punto hasta el año 1495, cuando los Reyes Católicos promovieron su traslado a la Ribera de Curtidores y a la Cuesta de san Lázaro.

La calle corre casi paralela a la calle de Toledo, antiguo punto de acceso de ganado desde la puerta homónima a los mataderos de Madrid. El sacrificio en los mataderos generaba como subproducto una gran cantidad de pieles que se transformaban a lo largo de la calle en cuero mediante el curtido de las mismas.


Aparece en el año 1635 como la calle de Tenerías es decir el espacio en el que se trabaja y comercializa con el cuero hasta el siglo XVIII. Las operaciones de curtiembre continúan a lo largo de la calle hasta comienzos del siglo XX.

Se encontraba en esta calle algunos negocios como la Fábrica de Hachas de Viento.

La calle se encuentra muy arraigada en la cultura popular madrileña por alojar en ella el Rastro. Así, durante el siglo XIX algunas de las obras de zarzuela, como fue Agua, azucarillos y aguardiente (libreto de Miguel Ramos Carrión y música de Federico Chueca), toman por escenario la calle de Ribera de Curtidores.

En la Ribera de Curtidores, tantas veces retratada por la pluma y el pincel de literatos y pintores costumbristas, existen las únicas casas a la malicia que quedan en Madrid. Ese sistema de viviendas consistía en edificar casas con un solo piso a la calle y elevarse luego en otro o en otros por el interior, y se llamaba construir a la malicia porque era traza con que el vecindario madrileño burlaba la regalía de aposento, según la cual, al ser traída la corte a Madrid, quedaban los habitantes de la villa obligados a dar alojamiento en uno de los pisos de sus casas a los servidores del rey que con él vinieron a la capital. 

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