viernes, 27 de enero de 2023

Plaza de San Miguel

Plaza de San Miguel

La plaza de San Miguel está situada muy cerca de Plaza Mayor de Madrid por la salida de la calle Ciudad Rodrigo.

En este lugar estaba la antigua puerta de la muralla Medieval llamada “Puerta de Guadalajara” que, a finales del siglo XVI era ya el centro de un barrio de artesanos y pequeños comerciantes, como atestiguan aún los nombres de sus calles: plateros, bordadores, tintoreros, coloreros, hileras, herradores, cuchilleros, etc.

Esta puerta de Guadalajara estaba siempre muy animada, debido a que era una zona de tránsito y de comunicación entre el Alcázar, las casas de los nobles y los arrabales. En sus alrededores se formaban corros de gentes muy variadas que hacían tratos, comentaban y difundían noticias, convirtiéndose en un “Mentidero político y literario” frecuentado por los escritores del siglo de oro (Cervantes, Lope de Vega, ...) y por desocupados y curiosos.

Durante esta época medieval la zona era mercado abierto, rodeado de puestos (cajones) dedicados a la compra-venta de los productos artesanales producidos por los gremios. En la época de José Bonaparte se mandó derribar la antigua iglesia parroquial de San Miguel de los Octoes. En su lugar quedó una plazuela en la que se proyecta construir el mercado que heredaría el nombre de la antigua parroquia. En 1809 albergaba un mercado "al descubierto" especializado en la venta de pescado en el que posteriormente (entre 1913 y 1916) se construyó el mercado cerrado bajo la supervisión del arquitecto Alfonso Dubé y Díez, inspirado en otros mercados europeos realizados en hierro al estilo del de Las Halles de París. Sin embargo, su actividad comercial es muy anterior, ya que en su ubicación existía antes un mercado de comestibles al aire libre.

En sus orígenes, el solar ocupado por la plaza fue el emplazamiento de la iglesia parroquial de San Miguel de los Octoes, lugar dónde fue bautizado Lope de Vega. Si bien no se sabe si el edificio era el original, la parroquia ya existía a principios del siglo XIII, tal y como menciona el fuero de Madrid de 1202. Toda la zona, con el templo incluido, fue arrasada por un terrible incendio ocurrido en 1790. A pesar de ser rehabilitado, su estado siguió siendo preocupante, hasta tal punto que en el año 1804 Juan de Villanueva recomendó su demolición. La demolición se efectuó el 28 de noviembre de 1809 por orden del rey José I Bonaparte, dentro de su política de apertura de espacios en el casco urbano de Madrid. El solar se transformó en una plaza pública en la que se celebraba un mercado de productos perecederos, para lo que se disponían hileras de cajones de madera y tenderetes. El economista y en su día gobernador de Madrid, D. Pascual Madoz, en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España aseguraba en 1847 que el mercado callejero acogía ciento veintiocho cajones y ochenta y ocho tenderetes.

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Dice Pedro de Répide:

Entre las calles Mayor, Cuchilleros, Conde de Barajas, travesía de Bringas y Cava de San Miguel, b. del Ayuntamiento, d. de la Latina, p. del Buen Consejo. 

En ella están comprendidas la primitiva plaza de San Miguel y su pasadizo, más las estrechas y cortas calles de la Chamberga y de San Miguel, que iban a salir a la Puerta de Guadalajara. 

Aquí estaba la antiquísima parroquia de San Miguel de los Octoes, que fue derribada a principios del siglo XIX. Dos parroquias consagradas al arcángel San Miguel había en Madrid a principios de la Reconquista. La de San Miguel de la Sagra, contigua al Alcázar, dentro de cuyo recinto la dejó Carlos I, quien por eso fundó inmediata al mismo palacio la de San Gil, en la calle del Tesoro, y esta otra de San Miguel de los Octoes. 

No fue esta Parroquia desde sus comienzos, sino sólo un oratorio dedicado a San Marcos, con un rico cabildo, y al que se iba en solemne procesión el día del santo evangelista. Santuario que duró hasta la época de los Reyes Católicos, en que se llamó de San Miguel, y de los Octoes por una familia de este apellido que había en su feligresía, y fue muy bienhechora de la parroquia, linaje que comenzó en un vecino de la villa ricamente hacendado, que tuvo ocho hijos varones, de lo que aquél tuvo su origen. 

Por los años de 1430, Ruy Sánchez Zapata, copero del rey D. Juan II, y doña Constanza de Aponte, su mujer, edificaron una capilla muy suntuosa arrimada a esta iglesia, cuya puerta salía al pórtico de ella, y pusieron en su altar una imagen muy antigua llamada la Virgen de la Estrella. En un muro de esta capilla había un cuadro representando un milagro de esa Virgen, y en el que aparecía un caballero que, en una batalla contra los moros, estaba ya cubierto de flechas envenenadas, y salió libre de todo mal por haberse encomendado a aquella venerable efigie. La capilla de la Estrella quedó luego dentro del templo, y siendo la principal de la iglesia, por lo que el Patronato de ésta vinculóse en los condes de Barajas, como descendientes del fundador. 

En 1608, los cordoneros de la parroquia pusieron en ella la Virgen del Pópulo y del Amparo, traída de una ermita distante nueve leguas de Madrid, cuya fábrica estaba derruida y tan malparada, que un día que tres menestrales de aquel oficio pasaron de viaje junto a ella, vieron la venerable imagen cubierta de nieve, con lo que determinaron traerla a Madrid cuando volviesen de su viático. 

Acertó a ser esto en ocasión de que, habiendo determinado los de su gremio mudar una Hermandad que tenían en el convento de la Merced, de esta villa, y pidiendo una imagen de la Virgen que poseía para trasladarla a esta iglesia de San Miguel, que era donde se querían trasladar, no se la quisieron dar los religiosos. Con lo cual, volviendo aquellos del viaje, acordaron poner en obra su buen propósito, y llegaron a la ermita, que era muy antigua, y penetrando en ella antes de amanecer, envolvieron la imagen en un tafetán, poniéndola en una funda de damasco carmesí, trayéndola con la mayor decencia, sin pararse en la venida ni aún para dar de comer a las mulas. 

Depositáronla en el monasterio real de las Descalzas, de donde la condujeron a San Miguel de los Octoes, con una solemnisima procesión, colocándola en esta parroquia el día de San Ildefonso del año ya dicho. Por cierto que los vecinos del lugar cuya era la ermita dieron muestras de gran sentimiento cuando echaron de menos la imagen, e hicieron grandes diligencias por buscarla, y, hallándola en esta villa, acudieron al Consejo a pedirla; pero constando el descuido en que la tenían y el mucho decoro con que aquí estaba venerada, les fue puesto silencio en su demanda, obligándolos a desistir de su pretensión. 

La iglesia fue reedificada en tiempo de Felipe III. En 1619 se hizo la plazoleta que había delante del templo, y en 1636 se dio a la parroquia un cubo de la muralla, contiguo a ella, para hacer vivienda destinada a los coadjutores. 

Para esta iglesia mandó labrar el cardenal Zapata el suntuoso sagrario, que luego pasó a la parroquial de San Justo, actualmente templo pontificio de San Miguel. 

El espacio ocupado por el de los Octoes sirve ahora para mercado, dedicado con especialidad a la caza. 

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